“Vivir según la Libertad del Espíritu”

“Hazme libre en tu sonrisa”

Estamos invitados a vivir en la libertad del Espíritu, en el dinamismo del aliento divino y los torrentes de agua viva… Pero… ¿qué significa vivir y ser libre? Además del amor, la experiencia más intensa de quien se encuentra con Jesús en su propia vida, es la de la libertad: comenzamos a vivir bajo el dinamismo de su Espíritu que nos hace libres.

El Espíritu nos conecta con la verdad de nuestro propio ser: nos impulsa a salir de esquemas caducos o las mismas reacciones de siempre que empobrecen nuestra vida y nuestras relaciones. Cuando no conocemos nuestra propia verdad dejamos que otros nos impongan la suya, dejamos que hablen o decidan por nosotros pero, si algo no funciona, buscamos la culpa del fracaso en nuestro interior.

Conocer nuestra propia verdad significa ir clarificando nuestra propia identidad: ¿quién soy? ¿Cuál es mi identidad real? ¿cuál es la imagen de Dios que hay en mí? ¿qué estoy llamado a realizar en mi vida? ¿qué siento? ¿qué es lo que pienso cuando no me dejo condicionar por otros? ¿cuál es el sueño de mi vida? ¿qué quiero expresar con mi vida? ¿qué quiero realizar en el mundo? ¿cómo vivo mi soledad? ¿cómo vivo en comunidad? ¿tengo confianza en mí? ¿soy capaz de amarme y amar a otros? ¿soy capaz de mantenerme fiel a mis convicciones?

Jesús nos libra del pecado y de la muerte que trae el pecado, el Espíritu crea en nosotros un corazón capaz de vivir en esa libertad. Y qué es el pecado? Etimológicamente, significa fallar en la meta o no dar en la diana, en el centro… Así, podemos decir que el pecado nos aparta de la meta de vivir plenamente, nos hace esclavos de nuestros propios errores. El Espíritu viene a liberarnos de los esquemas de vida que nos llevan a la tristeza, la desesperanza, la mentira, la indiferencia… Es Espíritu nos libera de estar muertos en vida.

El Espíritu que hemos recibido nos libera de toda esclavitud y de vivir bajo el temor, nos hace hijos de Dios. Los cristianos somos libres porque no necesitamos guiarnos por los criterios de los demás ni vivir bajo el temor de no contentar a todos, viviendo en la esclavitud del “qué dirán” o haciendo cosas por el solo hecho de quedar bien ante ciertas personas o grupos.

El Espíritu nos hace libres: podemos ir por el mundo y por la vida con la cabeza en alto, con una dignidad invulnerable, sin la necesidad de comprar una máscara para disfrazar nuestra propia identidad. Quien es libre no necesita de los halagos o la amabilidad que vienen de una adaptación a los deseos de otros o de satisfacer las expectativas de los demás que nada tienen que ver con nuestra propia verdad e identidad.

El Espíritu nos abre a la aventura de ser, con toda la fuerza de la vida, nosotros mismos. Libres para poder rechazar a quienes nos quieren hacer dependientes y vulnerables. Libres para no vivir bajo la opresión de conformar a todos ni ser la imagen que los demás pretenden que seamos. El Espíritu nos libera para vivir el Evangelio de Jesús y dar frutos de amor, alegría y paz…

Sabemos que vivimos la libertad del Espíritu cuando no nos dejamos llevar por el miedo, la dureza de corazón, la autojustificación, la estrechez de mirada… Esto es, sin dudas, un ejercicio diario donde estamos invitados a trabajar sobre nosotros mismos y saber que somos quienes vivimos nuestra propia vida y no una copia de otras vidas. Esto quiere decir que necesitamos asumir la responsabilidad sobre nuestra propia vida, de una manera amorosa y también madura, sin victimizaciones ni el apego a nuestros errores pasados como si estuviésemos condenados a repetir siempre lo mismo.

Ser plenamente libres nos abre la posibilidad de vivir comunitariamente de una forma sana, el Espíritu nos sostiene en el arte de vivir relaciones maduras, responsables y profundamente humanizadoras. Y, en este camino, no estamos solos, el Espíritu nos asiste si nos abrimos a su presencia cariñosa y salvadora.

Queremos compartir con cada uno de ustedes, una canción que trae al corazón la presencia amorosa y liberadora del Espíritu Santo.

Versículo final para después del video:

“Porque el Señor es Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, está la libertad” (2Cor 3,17)