IV Domingo de Cuaresma (Juan 3, 14-21)

“Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único”.

El Evangelio nos propone las palabras dirigidas por Jesús a Nicodemo: “Dios, amó tanto al mundo, que dio a su Hijo unigénito”.

Escuchando esta Palabra, dirigimos la mirada de nuestro corazón a Jesús Crucificado y sentimos dentro de nosotros que Dios nos ama, nos ama de verdad, y ¡nos ama mucho! Dios nos ama con amor gratuito y sin límites. Así nos ama Dios.

La Cruz de Cristo es la prueba suprema del amor de Dios por nosotros: Jesús nos ha amado “hasta el extremo”, es decir, no solo hasta el último instante de su vida terrena, sino hasta el extremo límite del amor. Si en la creación el Padre nos ha dado la prueba de su amor inmenso dándonos la vida, en la Pasión de su Hijo nos ha dado la prueba de las pruebas: ha venido a sufrir y morir por nosotros.

Así de grande es la misericordia de Dios, porque nos ama, nos perdona todo y nos perdona siempre.

 

 Arraiguémonos al AMOR DE JESUS, que es más fuerte que todas las cosas.

Gabriela Piñeiro.